El efecto corona inicia cuando el campo eléctrico alrededor de un conductor energizado supera la rigidez dieléctrica del aire circundante y lo ioniza. Aunque la mayor parte de la energía liberada está en la banda ultravioleta, la ionización genera un aumento pequeño pero medible de temperatura que una cámara infrarroja de alta sensibilidad puede registrar en tiempo real. Detectar este calor permite a los técnicos localizar el efecto corona de forma temprana, mucho antes de que erosione el aislamiento, corroa los accesorios o cause una interrupción del servicio.

Debido a que el efecto corona genera ozono, ácido nítrico, depósitos de carbono y radiación ultravioleta —especialmente cuando suciedad o humedad cubren los aisladores— su ataque químico es constante. La termografía convierte esta química invisible en diferencias de temperatura de tan solo unos pocos grados Celsius, proporcionando datos concretos que los ojos y oídos no pueden percibir.

El diagnóstico infrarrojo ofrece tres ventajas cruciales: hace visible la descarga sin contacto, proporciona diferencias numéricas de temperatura para realizar seguimiento y permite inspeccionar largas extensiones de conductores y herrajes desde una distancia segura. Una cámara moderna con una NETD ≤ 50 mK y una lente telefoto revela halos tenues en los accesorios terminales puestos a tierra, puntos calientes en forma de media luna en abrazaderas de cables de guarda o anillos estrechos alrededor de las bridas de los bushings, huellas térmicas clásicas del efecto corona.

Las inspecciones al atardecer o de noche brindan el mejor contraste debido a que el enfriamiento ambiental oculta características de fondo mientras que el calentamiento por efecto corona persiste. Los inspectores deben fijar la escala térmica de la cámara en aproximadamente 10 °C, incluir una fase conocida en buen estado como referencia y guardar archivos radiométricos para que futuras inspecciones puedan seguir la evolución del ΔT.

Los detectores ultrasónicos y cámaras ultravioleta "solar-blind" también pueden diagnosticar el efecto corona, pero solo la termografía muestra cuánto calor está siendo inyectado en el activo. Se recomienda combinar estas técnicas: un sonido ultrasónico o chispa UV localizan el sitio, y la imagen térmica confirma la severidad para planificar el mantenimiento.

Los umbrales de acción varían según el activo: un incremento de 4 °C sobre una fase adyacente en un aislador de suspensión generalmente requiere limpieza o reemplazo, mientras que cualquier incremento medible en la brida de un bushing GIS demanda pruebas inmediatas de descarga parcial. Siempre interprete los valores junto con la carga, el clima y los registros históricos.

Las distancias de trabajo seguras, el equipo de protección personal (EPP) con clasificación para arco eléctrico y las verificaciones climáticas siguen siendo obligatorias. Registre temperatura ambiente, humedad y corriente de carga con cada imagen para mantener la fiabilidad de los datos de tendencias. Durante una inspección nocturna en una línea de 132 kV, apareció un punto caliente de 5 °C en la unión conductor–aislador en la fase B. Un seguimiento ultrasónico confirmó el efecto corona. Después de la limpieza, el ΔT cayó por debajo de 1 °C y desapareció el olor a ozono, demostrando que la termografía había detectado la falla a tiempo.

La detección temprana del efecto corona mediante termografía preserva la integridad del aislamiento, evita paradas no programadas y previene reparaciones de emergencia costosas. La inversión moderada en cámaras sensibles e inspecciones periódicas se recupera rápidamente al evitar fallas.

Imagen térmica mostrando la presencia de efecto corona durante una inspección de componentes eléctricos de una subestación. Fuente: TERMOGRAFÍA EN SISTEMAS DE DISTRIBUCIÓN ELÉCTRICA, artículo técnico por Roberto Poyato, Departamento de Soporte Técnico de Fluke Ibérica.